un algo especial

Un algo especial ocurrió ayer por la tarde mientras paseaba con mi abrigo de frío polar.

En una acera pequeñita cedí el paso a una abuela que iba cantándole al nieto desde Santurce a Bilbaaooo vengo por toda la orillaaaa con la falda remangadaaa luciendo la pantorillaaaa.

Tardé unos segundos en reaccionar.

Se me llenó la cabeza de imágenes de mi abuela y yo, yendo a comprar de la mano. Ella cantando esa canción. Yo feliz.

En mi infancia de abuela concha hubo dos mercados. Uno lo recuerdo al lado de una plaza enorme. Me gustaría volver. Seguro que con más vida en los ojos me resulta enana. La plaza y el mercado (que me da que era súper) se veían desde la terraza. También creo que se veía una torre con cigüeñas. Creía que las cigüeñas sólo vivían allí.

Al otro mercado no sabía ir. Recuerdo que me daba mucho miedo perderme. Yo debía ser mucho más mini. Este otro mercado tampoco lo recuerdo mercado. Era una especie de galería cubierta con tiendas de muchos tipos.

En los dos querían a mi abuela. Claro, que no me imagino a nadie que no la quisiera. Íbamos a cualquiera de ellos y ella presumía de nieta y yo salía con regalos que sin apenas valor me parecían maravillas.

Me gustaba ir con ella a la compra.

Una vez me regaló un monedero en el que metió unas monedas para que me sintiera mayorcísima. Era un monedero de esos que se abrían con los dedos índice y pulgar.


No había vuelto a escuchar la canción de las sardinitas de Santurce, como no he vuelto a escuchar esta otra, que también me cantaba cuando caminábamos juntas y recordé ayer al hilo de lo anterior: A santiago voy ligerito caaaaaminando, pero llevo un paraguas por si la lluvia me va mojando.

Cuando me recuperé de la emoción quise correr hacia la mujer y darle las gracias por los recuerdos y la sonrisa, pero la vuelta y la esquina ya la habían hecho desaparecer.

En fin.

Que así pasé la tarde.

Entre mi infancia y caricias a gato.

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