sábado por la mañana

Total, que hace un frío del carajo. Esta mañana me he despertado en un iglú y ahora ando de tés escuchando en la radio un reportaje sobre Fulcanelli y sus catedrales.

Esta mañana tengo ganas de contar, pero no se me ocurre nada lo suficientemente irónico como quisiera. Y es que además de las ganas, hoy me noto mordaz y con espíritu enérgico.

Anoche me dormí pasadas las cuatro de la madrugada. Gato, que es así, quiso merodear a última hora y me he despertado un montón angustiada por sus estados físico -ay, el frío- y mental. Gato es bastante suyo. Eso o tiene familia y responsabilidades que se escapan a mi conocimiento de humano con bastante dolor de cabeza.
Ayer estuve en la presentación de un documental de la ong cineastas en acción. Tienen un proyecto extraordinario en Senegal y la verdad es que pasé un rato muy muy agradable. Entre nosotros, y para variar, no me sentía muy entusiasmada con la idea de bajar a Madrid. Pero luego, como siempre, fui feliz.

Lo malo (o bueno) del pueblo es que aísla del mundanal ruido... y pasado un tiempo genera una pereza fenomenal en lo que respecta a salir de él. De hecho, tiene un inquietante rollo de terror psicológico. Aquí sentimos puebloagorafobia. Porque esto no me pasa sólo a mí, eh. Es una angustia generalizada entre la población manzanariega.

El caso es que se supera y listo. Y cuando se supera se es muy feliz en la capi. Y cuando regresas al olor a frío y chimenea, la serenidad que se siente hace mucho sonreír y querer abrir la puerta, acariciar a gato y entrar en la cama con la felicidad de la prueba superada.

Y poco más por ahora.

Que me hizo feliz el jueves mi nueva pluma rosa de poemas.

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