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Mostrando entradas de julio, 2011

el fúbol es así

En un alarde de antiglamour a tope, el otro día fui al fútbol. El ratoncito pérez, que es súuuuuper súuuuuper sagaz, le trajo a M una entrada para ver al equipo de sus por ahora sueños. El chiquitín aún está verde para ir solo a según qué sitios, así que nos organizamos para escoltarle en esa velada tan especial. Escurrí con gracia el bulto de liarme bufandas al cuello y aún así, creo que me mostré lo suficientemente entusiasmada como para que M disfrutara de la cosa. Ni un segundo de mal humor, ni una mala palabra, todo felicidad y emoción y –por supuesto, jejeje- disección antropológica mental del fenómeno masivo por excelencia. Es extraordinario esto de los blogs. Ahí sentada, tan rodeada de hinchas y bocadillos de jamón, sólo pensaba eso de “esto es un auténtico filón”. El señor de delante, que debía ser por lo menos seleccionador nacional, no se creía lo que veía. Nos impartió (indirectamente, porque hablaba sin dirigirse a nadie en particular) unas clases interesantísimas de técn

dejar morir la pena

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odiosas comparaciones

Que llevo tiempo sin centrarme, lo reconozco. Que estos dos últimos días han dado mucho de sí, también. Que no debería leer catorce libros a la vez, lo sé. Que la satisfacción de acabar uno preciosísimo no desaparece aunque se empiece otro desastroso, es un hecho. He cerrado pensativa El refugio de la memoria , de Tony Judt, para abrir uno que nunca debí comprar. Uno nunca se tiene que comprar un libro con un título tan chorra como Bruno, jefe de policía , porque lo mejor que le puede pasar es leer el primer capítulo y querer tirarlo por la borda, sólo que aquí no huelo el mar. A ver, me apetecía una novelita fácil de esas de no pensar con los pies en alto y el sol desparramándose a diestro y siniestro. Bruno me pareció tan maja como otra cualquiera, con las uvitas provenzales en la portada y eso, pero es que no. Aún así, pienso leerlo. Puede que incluso lo acabe hoy (qué chulería). Es cutre pero no engaña, así que no lo azotaré con el látigo de mi indiferencia. A éste le voy a dar su

sensaciones y realidades

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Esta mañana lo que ha conseguido sacarme de la cama y de mis sueños ha sido ese delicioso olor a desayuno que llena las casas compartidas en los días festivos. Me he despertado pronto y me he quedado… pues eso, soñando y leyendo y volviéndo a adormecerme y ahí seguiría si no hubiera sido por ese olor marrón de café, de pan tostado, de rutina de domingo un lunes. Es curioso el efecto de los sentidos porque ni me gusta el café ni tomo pan tostado ni suelo desayunar más allá de un té que olvido frío entre mis pensamientos y las primeras frases del día. Así que mi nariz me ha conducido a la cocina y mis pensamientos se han quedado anclados a una idea y se han quedado tan anclados que son casi las cinco de la tarde y aún sigo dando vueltas al mundo de las sensaciones y las realidades. La diferencia fundamental entre las sensaciones y las realidades son los ojos. Las sensaciones son ojos cerrados. Cuando los abrimos la realidad nos golpea. En la realidad, los ojos están abiertos. En la cama,

1, 2 y 3 yo me calmaré

La inspiración... ese elemento tan curioso en la vida de quien escribe. Va y viene en función de todo. En este caso se ha ido, para lágrimas de todos aquellos que os habéis quedado sin leer una de las experiencias más hilarantes de mis últimas vidas. En resumen y sin gracia -por esa musa que nadaporaquínadaporallá- hoy hemos entrado en casa por la ventana. Los pins y la madre -no sé si pobres- que tienen. Un espectáculo digno del mismísimo azcona. Me entristece haber dejado escapar el momento de contarlo, pero las obligaciones maternales pueden con todo y -entre nosotros- después de preparar la comidita, discutir hasta la extenuación, abandonar a los pins, llenarme el vestido de yogur, recoger la comidita, limpiar la cocinita y discutir hasta la extenuación (esto lo había escrito antes, lo sé, pero es que he repetido)... después de todo eso, cuando por fin me siento, lo de la ventana -además de que parece que ha pasado hace un mes- ya no tiene ni puta gracia. Ahora me he transformado e

libros estafa

Hay libros buenos y malos, libros que me gustan o libros que me gustan menos. Hay libros que me entusiasman y de los que disfruto página a página. Hay libros que no quiero que acaben. Hay libros que me dejan meses dando vueltas a una idea. Hay libros que no entiendo. Hay libros que no me emocionan. Hay libros y libros y luego están los libros estafa. Los libros estafa son los menos, es verdad, pero cuando me encuentro con uno de ellos me sienta remal, con ganas de escribir a la editorial un por diossss por diossss ¿en qué estaban ustedes pensando ayer? Los libros estafa son los que engañan. Según leo voy pensando mmmm... esto no es y releo el principio y sigo y mmmmm.... vamos a ver unas páginas más allá y retomo donde lo dejé y mmm.... definitivamente no va. Esta señorita me está engañando. El engaño de los libros estafa es sutil, claro. Si partimos de la relación libro-ficción, decir que un libro engaña a priori tiene el reparo mental del si es un cuento, qué esperabas monina , pero

flan sin nata

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Me recuerdo hace dos vidas dedicando una calurosa tarde de verano a frank sinatra, en un arrebato de cantar y bailar todas sus canciones. Me recuerdo en esa especie de escenario que improvisé en mi casita de madrid, con un vestido muy corto, con unos doce kilos menos (arrghhhh) y con una agradable espectación entre los asistentes, no en vano soy tímida y el espectáculo no parecía que fuera a salir nada bien. Ayer, viendo los puentes de madison, oí una frase que interpreto así como... yo nunca he sido así, pero tampoco nunca me he sentido más yo que ahora. En eso ando estos días, y en eso también estuve aquélla tarde de frankie. Desde entonces a veces vuelvo a él, y aunque no nunca repetí los bailecitos, es escuchar cualquiera de sus canciones y sentir de nuevo aquella sensación de no ser yo, pero ser más yo que nunca. Seguramente estos días retorno a él por lo que se parecen a aquélla tarde de hace mil años en la que -como dijo el poeta- me liberé y fui. Y como esta noche ya toca FS, o

esta mañana

Una de las cosas que más me gusta hacer es despertarme y quedarme en la cama dando vueltas dos horas o así. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan y lu piensa y lee y se medio duerme y ¡ostras! planea el súper desayuno. Mi SD lleva incorporado té -of course- pan, mantequilla, huevo y pepino. Y no me imagino nada más emocionante que estar dando vueltas en la cama y darme cuenta de que ¡ostras! tengo todo para el SD y no hay pins -inciso: los pins son anti SD por dos motivos (i) es fundamental que el SD se tome en soledad, disfrutando de cada sabor... pensando, leyendo o mirando por la ventana. Sin soledad y silencio el SD no vale un pimiento y (ii) no es lo mismo hacer 1 que hacer 3, recoger 3 que hacer como que recoges 1, y yo-no-quiero-pepino-mamita-se-me-ha-caído-el-huevo-bébete-la-leche-de-una-maldita-vez-yo-quería-zumo-aaaarrrggghhhhhh. Definitivamente no es lo mismo. Anoche llegué a casa, me duché y así, con toalla y todo, me quedé dormida hasta el madrugón no previsto de hoy

los abrazos de lucía

Un día bajé a la tierra o bajé la guardia, aún estoy decidiendo qué pasó, y me convertí en eso que llaman persona normal , con sentimientos y así, y empecé a querer abrazar a todas las otras personas a las que sentía sufrir. Cuento esto porque me asombro de mí. Yo, que tradicionalmente he sido distante en mis relaciones con el mundo, de repente me encuentro queriendo hacer llegar mi apoyo, mi amistad o mi amor en forma de abrazo. De repente me importan los problemas de las personas que me rodean. Vamos a ver, antes me importaban también y también trataba de ayudar a solucionarlos, pero sin el sentimiento de hoy, sin la implicación emocional de las últimas veces. Yo siempre he sido muy objetiva. ¿Tienes un problema? Vamos a solucionarlo, pero desde la razón. Vamos a pensar, vamos a decidir. Y ahora de repente siento que un abrazo puede más que toda esa ayuda pensante. Un abrazo hace llorar, un abrazo reconforta, un abrazo hace desaparecer la soledad, también hace sonreír. Y esto de ahor

cosas sencillas

un columpio mmmm.... cómo me apetece sentarme ahí. Qué bien huele y qué verde es todo. Me encantan las vallas de madera. Me estoy mojando los pies andando por aquí. Me gusta. Se está tan bien. Y este silencio es soberbio. Qué bonito. Es de madera, también. ¿Y estas cuerdas? Deben medir varios metros. Parece consistente. Vamos a ver. Impulso y... aaaahhhhh ¡estoy volando! Me tumbo y todo el pelo vuela conmigo. Arriba los trozos de cielo que me dejan ver los árboles. Adelante y hacia atrás y otra vez hacia delante y el silencio tan especial del río. Me impulso y me tumbo y veo mis pies ahí arriba. Me enderezo y estoy en el viento y el agua me salpica. Extiendo los brazos y me tengo que reír. No quiero parar. No quiero que esta felicidad termine. regar Era tan temprano que no tenía otra cosa que hacer que regar mi jardín. Regar es algo de lo que disfruto. Me gusta hacerlo por orden, primero lo de comer, que crezca ya y bueno, y a partir de ahí por tramos y zonas. Me gusta regar las horten

bichos raros

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En la parte primera del día, cuando todo iba muy bien, he empezado un libro de textos escritos por Erik Satie, el compositor francés al que alguna vez he mencionado por aquí. Como compositor, tengo que reconocer que me fascina. Su música es bella en la simpleza. Evoca, calma y remueve, al menos a mí. Es una música que escucho muy muy a menudo. Ahora mismo, sin ir más lejos, he abierto el frasco de las gymnopèdies. El caso es que esta mañana, después de leer casi la mitad del libro, me he sentido muy bien. Satie, como creador, era extraordinario, estaba completamente fuera de la norma. Pensando en sus extravagantes escritos y en su forma también extravagante de sentir, me he descubierto una sonrisa cómplice. Soy un bicho raro. Sí, sí... pero no estoy sola! Y no es que me compare con ES, que no, pero al leerle hoy y pensar pero a este hombre... ¿nadie le dijo nada? - entre nosotros- me he sentido muy bien. Pero eso era antes de que el día dejara de brillar. Después... enfado, disgusto y

los hombres grises

Los hombres grises son invisibles. Los hombres grises no dejan rastro. Los hombres grises pueden gritar y llamar mi atención, pero desaparecen de inmediato de mis areas de interés. Los hombres grises no existen. Mi cerebro no es capaz de asimilarlos. Y hoy, tan asombrada por haberme dado cuenta, quiero dedicar una entrada a todos ellos, a todos los hombres gris marengo que habitan en silencio este mundo de colores. No es malo ser gris, porque nunca se es gris para todos. Los hombres grises seguro que brillan en ámbitos que yo ni siquiera sospecho. Los hombres grises también enamoran. Los hombres grises seguro que son luz para sus madres. Los hombres grises son grises para mí, para mis ansias de color, para mi forma de entender la vida. Seguramente por eso pasan por mi lado y no les veo. No les reconozco. Los hombres grises no me interesan. No es desprecio, es que no puedo verlos. A mis ojos sólo les emociona el color y lo que no emociona pasa directamente a ese lado oscuro del cerebro

que no te falte esa canción

Quería escribir sobre las música y mi vida. Ya sabéis, cómo cada momento tiene su canción. Incluso podía haber dejado aquí colgadas algunas de las que me han dado la vuelta alguna vez. Quería escribir sobre todo esto, y hoy me pongo y no me quiere salir. Las tengo en la cabeza, todas, incluso el silencio imprescindible de escribir, que en cierto sentido también es música. Pero de repente he vuelto al cuaderno, he olvidado la música y me ha entrado una fiebre frenética de escribir por escribir, de escribir historias, de escribir listas, de escribir meacuerdos, de escribir to dos , de escribir jurídico, de escribir poético, de escribirescribirescribir sin sentido y sin más afán que llenar de hormigas el blanco. Esta especie de furia incontrolada puede deberse al mal humor. Estoy enfadada. Estoy enfadadísima. Estoy espantada. Estoy a punto de ponerme a gritar. Es el momento de enchufarme una canción de mucho llorar y cantarla a pleno pulmón hasta volver a ser suave! Imposible escapar de l