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Vamos a poner que fue mayo el mes en el que dejé de leer. La vida tiene estas cosas y de mayo a aquí creo que no he acabado ni un libro, pero me he comprado... diría que varios, pero es que muchos.

Y ahora que retomo con cuidado y muchas ganas el pequeño placer de abrir un libro y dejarme llevar... no sé por dónde empezar. De momento ando con cuatro. Dos previos a la vida de hoy y dos nuevecitos. Los previos son El gran árbol, un cuento de Susanna Tamaro y La voz del violín, de Camilleri. Debería haberme quedado con estos y acabarlos, pero cuando un libro se alarga tanto en el tiempo (en ambos casos por causas ajenas al libro, pero da igual) me apetecen cosas nuevas, y es así como he llegado a Mi vida, mi libertad, de Ayaan Hirsi Ali y a otro de Camilleri (gracias, gracias), El traje gris, que me recuerda a Sabina pero no.

El gran árbol es un librito que me regaló C y que leeré con ella dentro de muy poco. Cuenta la historia de un abeto, de lo que ve desde su altura... las transformaciones del mundo que le rodea, guerras, personas. Un canto a la naturaleza, dicen. Cuando lo termine os daré mi versión.

Los dos de Camilleri son dos de Camilleri. Entretenidos, bien escritos, interesantes, recién empezado el segundo y bastante avanzado el primero. Creo que esta noche me acostaré con uno de ellos. Probablemente el segundo, que me apetece más.

En cuanto a Mi vida, mi libertad... de éste prometo hablar cuando lo termine. Y hablaré en términos comparativos con Shame, de Jasvinder Sanghera, un libro que leí hace unos años. Los dos son autobiografías que comparten el tema del desarrollo de la mujer en entornos represores y sus enfrentamientos a la religión, a sus tradiciones, a todo lo que las anula por su condición de mujer.

En fin, que poco a poco retomo hábitos y que tengo intención de compartirlos.

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