odiosas comparaciones

Que llevo tiempo sin centrarme, lo reconozco. Que estos dos últimos días han dado mucho de sí, también. Que no debería leer catorce libros a la vez, lo sé. Que la satisfacción de acabar uno preciosísimo no desaparece aunque se empiece otro desastroso, es un hecho.

He cerrado pensativa El refugio de la memoria, de Tony Judt, para abrir uno que nunca debí comprar. Uno nunca se tiene que comprar un libro con un título tan chorra como Bruno, jefe de policía, porque lo mejor que le puede pasar es leer el primer capítulo y querer tirarlo por la borda, sólo que aquí no huelo el mar.

A ver, me apetecía una novelita fácil de esas de no pensar con los pies en alto y el sol desparramándose a diestro y siniestro. Bruno me pareció tan maja como otra cualquiera, con las uvitas provenzales en la portada y eso, pero es que no.

Aún así, pienso leerlo. Puede que incluso lo acabe hoy (qué chulería). Es cutre pero no engaña, así que no lo azotaré con el látigo de mi indiferencia. A éste le voy a dar su oportunidad, aunque veréis…

Hay dos cosas que no me gusta leer. Una son palabras grandilocuentes para decir cosas sencillas. Me da la sensación de que el autor no confía mucho en sus posibilidades. O sea, que tu primera frase sea “En una resplandeciente mañana de mayo, tan temprano que los últimos jirones de neblina aún persistían sobre el gran recodo del río…” a mí ya me da que pensar.

Ostras.

Ostras cómo empieza éste.

Ostras no sé si seguir.

Dos cosas, decía. Una, las palabras grandilocuentes. Dos, las enumeraciones. Si no tienes nada que decir, autor, no digas nada. Si la historia se te queda en 127 hojas, autor, no pasa nada. ¿Por qué tienes que tostar al lector con miles de datos irrelevantes? ¿Es que nadie te ha dicho que eso cansa? ¿Que en verano induce el sueño? ¿Que favorece la lectura diagonal? ¿Por qué crees que es necesario que yo sepa que Bruno lleva en su vehículo (mejor coche o furgoneta, autor, es más simple):

“una palanca, un amasijo de cable de batería, una cesta con huevos recién puestos y otra con los primeros guisantes de primavera de la temporada ¿?, dos raquetas de tenis, un par de botas de rugby, zapatillas de deporte, una gran bolsa con varios tipos de prendas deportivas, el sedal de una caña de pescar, un maletín de primeros auxilios, una pequeña caja de herramientas, una manta, una cesta de picnic con platos y vasos, sal, pimienta, una cabeza de ajo, una navaja de bolsillo, laguiole ¿? Con cachas de cuerno ¿?, un sacacorchos y una botella de la no muy legal eau de vie de un amigo granjero, un par de viejas esposas, una linterna, un cuaderno y algunos bolígrafos”

Todo, ay Bruno, menos el pesado cinturón con sus accesorios de funda y pistola. Resulta que la MAB 9mm no la suele llevar encima, claro que sólo la tuvo que utilizar tres veces: el día que avistó un perro rabioso, cuando el presidente de francia hizo un mistermarshall en el pueblín y cuando se escapó el canguro boxeador de un circo local.

Increíble ¿verdad?

Y a pesar de todo, voy a darle una oportunidad, no sé si porque me apetece diseccionarlo (jijijiji) o porque después de Judt a cualquier cosa le saco punta.

Comentarios

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared