el fúbol es así

En un alarde de antiglamour a tope, el otro día fui al fútbol. El ratoncito pérez, que es súuuuuper súuuuuper sagaz, le trajo a M una entrada para ver al equipo de sus por ahora sueños. El chiquitín aún está verde para ir solo a según qué sitios, así que nos organizamos para escoltarle en esa velada tan especial.

Escurrí con gracia el bulto de liarme bufandas al cuello y aún así, creo que me mostré lo suficientemente entusiasmada como para que M disfrutara de la cosa. Ni un segundo de mal humor, ni una mala palabra, todo felicidad y emoción y –por supuesto, jejeje- disección antropológica mental del fenómeno masivo por excelencia.

Es extraordinario esto de los blogs. Ahí sentada, tan rodeada de hinchas y bocadillos de jamón, sólo pensaba eso de “esto es un auténtico filón”.

El señor de delante, que debía ser por lo menos seleccionador nacional, no se creía lo que veía. Nos impartió (indirectamente, porque hablaba sin dirigirse a nadie en particular) unas clases interesantísimas de técnica futbolística aplicada, que me permitieron descubrir eso que nadie había explicado a las figuritas de colorines que retozaban en el césped. Este maestro del fútbol –campeón nacional de pelar pipas sin dejar de hablar- se desesperó tanto que al final amenazó con bajar él mismo a tirar.

El señor de atrás era más de andar por casa y un poquito más coñazo también. Tenía dos frases que alternaba en fracciones de segundo, a saber

- ¡Apreta, apreta! – cuando un colorín llegaba a la portería contraria y

- No puede ni con las botas – el resto del tiempo.

Y el de mi derecha… uf el de mi derecha. Ese daba miedo. A ver, resulta que en los estadios siempre hay un grupito cantarín, que se pasa las dos horas coreando cancioncillas algunas graciosas algunas no. Animan mucho, los cantarines. De hecho, si no fuera por ellos las dos horas podrían convertirse en años, con eso de la relatividad del tiempo. Pues el señor de mi derecha era el que organizaba a los cantarines, o eso parecía, tan enganchado al móvil.

- ¿Me ves? Estoy aquí, enfrente de los banquillos. Estoy levantando la mano (entiendo que el mafioso hablaba con un amigo por supuesto mafioso que tenía un súper equipo de visión de aguila imperial).

- Mira ostias, dile al chache que dejen de cantar esa del DG. Que paren ya, me cago en diosss.

- (…)

- Pues yo qué sé, que se metan con el cabrón del P, pero que al DG lo dejen ostia.

Y dejaban al DG. Yo le miraba de soslayo como para hacerme una idea de su aspecto y volvía a mirar al campo un poquito acojonada, con esa necesidad maternal de proteger a los pins con el brazo izquierdo y unos cuantos besos.

Lo que se dice una experiencia.

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