policías y ladrones

Ya desde pequeñitos nos vamos posicionando en la vida. Yo siempre me pedía poli, y acababa con los malos con una rapidez que ya quisiera el hijo del viento. Por supuesto más de una vez me tocó en el lado oscuro y reconozco jejeje que era escurridiza, muy muy escurridiza.

Aunque ser mala se me daba bien (debe ser inherente a la condición humana), y a pesar de los grititos que me pedían formar parte de los ladrones, si estaba en mi mano me convertía en poli -tipo inglés, eso sí, antes muerta que sencilla.

Y es que nunca se me han dado bien las trampas, ni la mentira, ni las zancadillas. Desde pequeña me recuerdo enfurecida ante las injusticias, intentado convencer a los de al lado de que reírse de las gafas de Pablito o mangarle el bocadillo al chino no estaba bien.

Esto de la liga de la justicia (y alguna otra cosilla más intelectual) me catapultó bien temprano a la tierra de los raritos, cualidad que me ha ido acompañando a lo largo de la vida, por lo que se ve. Al principio me revolvía estar allí, tan sola y eso, pero con el tiempo y armada de razones, le cogí el gusto y ahora no sabría ser normal, lo que otros llaman ser normal. Ahora me gusta ser como soy, me gustan mis principios y me gustan mis valores. Mantengo intacto el espíritu del bosque de Sherwood e inamovible el deseo de luchar contra el mal.

Y lo que es la vida, a estas alturas me encuentro a punto de empezar una interesante partida de polis y cacos. Es cierto que se reproducen esquemas. Es cierto que no cambiamos. Me pido poli y pienso pillarlos a todos.

… mientras buscaba una foto que completara esta entrada se me ha ocurrido que molaría pasar una tarde jugando a polis y ladrones, a los de verdad, en plan volver a la infancia y hacer equipos y pasar un rato de descojone y picnic.

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