vierneando

En estos días de tanto malestar personal por causas ajenas a mí (dentro de poco abriré la boca para vomitar todo a chorro, sin control), también malestoy por causas propias, y es que soy una sinvoluntad.

Lo que leéis.

… Iba a escribir sobre estas cosas tan interesantes, pero tengo tanto follón vital que salto de un tema a otro en plan gacela. Empiezo a escribir y a las tres palabras parón, retomo y parón, vuelvo a empezar y me entra sueño. Mañana sigo y mañana todo igual. Un rollazo, así que os voy a contar en qué estoy desde que retomé la lectura y el té a las cinco.

De libros, alterno varios. El del reparto –que tiene su estructura, ya os contaré- uno de relatos de Martin Amis que me compré el lunes y que de momento me está gustando, como todo lo que escribe este hombre (se llama Mar gruesa), otro de Andrea Camilleri (La voz del violín) y uno de relatos de Thomas Mann (Mario el mago y otros relatos). Los dos últimos puedo decir que llevan meeeeeeeeeses en el montón de al lado de la cama.

También tengo una lista de pendientes de impresión, que encabeza Manituana… lo mismo lo empiezo hoy, qué carajo, y así al lío vital le uno el lío literario de no saber ni lo que estoy leyendo!

De música, acabo de llenar el teléfono de cancioncillas para relajarme. Esto es consecuencia directa de mis clases de yoga, lo que me hace enlazar con el fascinante mundo de los sinvoluntad, que iba a ser el tema de esta entrada y que a lo mejor, mira que te diga, lo acaba siendo.

Ser sinvoluntad es chungo, porque además de no hacer las cosas que quieres, te sientes fatal por ser así. Liaba lo del yoga con esto porque se supone que me encantaría saludar al sol por las mañanas, relajarme en mitad de la jornada y meditar a media noche. Me encantaría, pero encuentro mil excusas para no hacerlo, así que me dedico a escuchar música tibetana, que no sirve para nada pero me hace sentir algo más cerca del objetivo.

Lo mismo puedo contar con la alimentación. En este caso me encantaría decantarme de una vez por todas por carne no, pero cuento con el efecto placebo del flexitarianismo para esos momentos de carne… mmm… por qué no.

Y como los viernes la voluntad está ya bajo mínimos, lo dejo hoy aquí, esperando que paséis un espléndido fin de semana.

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