ser mamita

Ser mamita es que cuando por fin vences al insomnio el chiquitín quiere vomitar voy a vomitar espera que llego voy a puaajjj y en mitad de la noche te preguntas ¿por qué? y te sientes mala persona y recompones al niño y la noche y todo a lavar y el sueño está perdido. Ni de coña lo concilias ya y olvídate del yoga y del fin de semana y de pensar gilipolleces.

Ser mamita no es lo que uno espera cuando se imagina siendo mamita. En mi caso me creía haciendo tartas y comiditas, bailando entre la harina, con delantalitos de colorines y flores. Todo rosa y fácil. Pero después de limpiar el primer intento empecé a ver la cosa desde la perspectiva de la mamita real.

Ser mamita es quedarte dormida en el sillón, abrazando al chiquitín, y despertarte porque te está dando besos. También lo es meter la llave en la cerradura y no saber si abrir o quedarte un rato más fuera. Y es que ser mamita es muchas veces una contradicción monumental.

Dentro de media hora iré a buscar a C al cole. La alegría de poder hacerlo es otra de las pequeñas cosas que me gusta de ser mami. No hace ni dos años sufría por tener un trabajo que me impedía pasar con ellos las tardes. Ahora lo disfruto… la pena es que crecen y suelen salir con más ganas de irse casa de algún amigo –impensable bichín tienes deberes pues qué mierda los deberes- que de venirse a casa a merendar conmigo.

Ser mamita es chuli con picos de terror. Ya os contaré con detalle y con gracia los momentos más espeluznantes.

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