pensar

Hace unos días me chapurreaban de política con la vehemencia zafia y falsa de el gato al agua. Y viene esta reflexión a cuento de la sofisticada lobotomía que practican los medios de comunicación en cerebros a priori desarrollados.

Entiendo que la repetición contínua de argumentos e insultos sarcásticos, unido al gen “para qué vamos a pensar”, consigue el efecto de que el sujeto pasivo interiorice afirmaciones a las que no da ni media vuelta, porque no tienen media vuelta más que nada.

¿En qué momento de la vida una persona formada pierde el sentido crítico? ¿Por qué de repente alguien decide dejar que otros piensen por él? Me asombra el grado de asunción de doctrinas huecas, basadas en el insulto y en el miedo, porque no nos engañemos, el ataque siempre se debe al miedo.

Me resulta increíble que la gente se deje llevar por creadores de opiniones subjetivas (cuando no manipuladas), que no se tenga espíritu crítico para -a partir de una opinión, deberían ser varias contrastadas pero eso ya es ciencia ficción- formar un discurso propio sobre el tema que sea.

Creo fervientemente en una educación que vaya más allá del 2+2, una educación -por supuesto al alcance de absolutamente todos- que desarrolle personas íntegras, con principios, con valores y con ese espiritu crítico tan importante para hacer evolucionar a la sociedad.

El sistema actual tiene que evolucionar, porque no me parece lógico que después de años en la escuela, después de años de universidad, después de años de formación complementaria... caigamos en el sofá y encendamos la tele para que nos cuenten lo que tenemos que decir al día siguiente en la comida. No puede ser que haya tantos ciudadanos incapaces de pensar, de ejercitar su derecho a la libertad de pensamiento. No puede ser que tanta gente se crea lo que dicen un par de señores que salen en la tele y lo que es peor, que hagan suyas ideas a las que ni siquiera han dedicado cinco minutos de atención.

Ahí queda eso.

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