de posts y weirds

Ayer leí un blog neonato (qué palabrón, no?) y me dí cuenta de la evolución de éste que escribo y de la mía en lo que respecta a la forma de hacer frente a las nuevas entradas y a los sufridos lectores.

Cuando empecé no tenía mucha idea de qué contar y cómo escribir. Pensaba demasiado en mis escasos fans, en no cagarla. Cuidaba las formas y procuraba ser objetiva. Desde la distancia me recuerdo muy encorsetada y eso que a mí lo que opinen los demás me trae al pairo (ni me imagino los comienzos de alguien más sensible al mundo exterior).

Yo empecé a escribir gracias a facebook, después de un periodo bastante turbulento. Tenía cosas que contar pero me temo que fb es una herramienta un poco limitada en lo que respecta a las relaciones personales. Tus “amigos” no tienen por qué entenderte, ni siquiera tienen por qué tener interés en lo que cuentas, ni siquiera tienen que ser “amigos”... un fallo de concepto que ya corregí, retomando la herramienta como forma de comunicación con personas a las que conozco y con las que me une algo más que nada.

Total, que desaparecí de ahí y me dediqué a escribir aquí, que es lo mismo que hacerlo en un cuaderno, pero con la posibilidad de que otras personas accedan a tus cosas. ¿Y qué tiene eso de bueno? No sé. Bueno, tengo un par de intuiciones, pero salvo que a alguien le interese mucho el tema las dejo para otra ocasión.

Me estoy desviando del tema. Para ir marcando objetivos, tengo intención de escribir sobre dos cosas: (i) las entradas y yo y (ii) los lectores y yo.

Las entradas, también conocidas como los posts

Llega un momento en el que es posible escribir de cualquier cosa. Estás en el mercado, una señora agria te mira mal y zas! la venganza empieza a cobrar forma. Te ocurre algo chupi, te ocurre algo mierdi... puedes con todo. Listas, recomendaciones, cosas que llaman la atención, cosas que no, historias reales, vidas imaginadas, opiniones, cabreos. En fin, lo que se dice cualquier cosa.

Además, da igual el tono. Ya no te preocupa no ser intelectual o no escribir de cosas trascendentes. Como en todo te liberas. Da igual de lo que escribas, si te parece interesante o no. Da igual cómo lo escribas. Te gusta escribir y un blog es una buena plataforma para hacerlo.

Entre nosotros, llegar a esta fase cuesta. Durante mucho tiempo seleccioné temas. Después intenté ponerme trascendente. Más adelante quise dotar a las entradas de cierta homogeneidad. Me aburrí de escribir. Me cansé del blog. Me dediqué a otras cosas mariposas. Volví. Volví a liarme y de repente empecé a sentirme cómoda.

Y -no me preguntéis por qué- también de repente el número de lectores empezó a crecer, lo que me lleva a enlazar con la segunda idea que quería exponer:

Los lectores, también conocidos como los weirds

Los lectores... esa magnífica tribu. No me voy a engañar ni un segundo. Me encanta que haya gente por ahí que lee las cosas que escribo. El blogger tiene una herramienta que contabiliza la gente despistada o no que se deja caer por aquí, las entradas más leidas, las fuentes de tráfico, medias aritméticas y otras estadísticas por las que me paseo (ese ego ese ego eh eh) de vez en cuando.

Los lectores me importan. Escribo un blog, demonios. Me gusta que se lea y me emocionaría hasta las lágrimas si los weirds diérais el paso de comentar, porque a veces monologar tanto es frustrante. Me emocionaría, pero tampoco hasta el infinito y más allá, porque en mi caso escribir aquí tiene un par de finalidades que sortean la escasez de comentarios públicos (la de escribir y la de coger ritmo para empezar con mis escribiditas privadas).

Pero vamos, que si alguno (sé que estáis ahí) se estira, pues guay.

Para acabar y en plan consejitos: fundamental (i) escribir lo que salga y (ii) hacerlo sin pensar en los weirds, a los que -a pesar de lo que pueda parecer- agradezco la atención.

Comentarios

Molando voy

Las buenas acciones y sus consecuencias

hablar

frases de pared