de fiesta interna

Después de varios días de agotamientos varios, por fin hoy he resurgido al ritmo de esto, entre otras cosas. Además, me parece que tengo algo en el estómago y cuando escribo algo no me refiero a algo indefinido, sino a unas mariposas de colores que mueven las alas. Podría ser la primavera, pero me extraña porque la prima me deprime mogollón.

Claro, que a lo mejor lo de la renovación de la sangre va y tiene que ver. O, O, O… lo mismo es otracosamásemocionante.

Ahí lo dejo.

Por lo demás, con la cabeza llena de mil planes a corto plazo que empiezan a cobrar forma. Me encanta que mis ideas crucen la línea que las separa del plano físico. Pensar, idear, visualizar y voilà ahí lo tienes, ha sido niña.

Y poco más. Últimamente no recuerdo lo que leo. Tampoco recuerdo lo que quería escribir. Se ve que sólo quiero dormir y soñar y –si eso- bailar un poco.

Y es que ahora estoy más musical. Llego a casa y me enchufo las canciones de mi vida. Incluso me estoy planteando retomar el piano. Vamos (que nadie piense lo que NO es), que he decidido darme el gustazo de aprenderme las gnossiennes-y-ya, y así –cuando llegue el otoño ocre y gris- podré organizar una tarde perfecta de música, mocos y té.

A propósito de esto de las canciones de mi vida, el otro día me pasó una cosa curiosa. En una tiendecita de chuches descomunales escuché esto y -no preguntéis por qué- me la sabía enterita. Ni idea de qué canción era, de quién la cantaba o de cómo había llegado a ese lado más oscuro de mi cerebro.

Le pedí a R. que me ayudara con su aplicación mágica, pero justo en ese momento nos sobrevoló la maldición del faraón, así que no fue hasta ayer que encontré en vivainternet título e intérprete. Lamentablemente, aún no sé cómo llegó a mi cabeza (ay la edad), pero me sigue gustando, oyes.

Y como en este preciso instante se me están yendo los pies con los clash… aquí lo dejo.

Mañana más y documentado.

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