Celia con Z

Es una súper amiga a la que tengo más abandonada que a un perro en vacaciones. Y esto es un decir, claro, que yo no soy de esas; es más bien la vida, que no me acaba de dejar sacar la cabeza de la alcantarilla.

Toooooodos los días me despierto y pienso de hoy no pasa -bueno, lo que pienso es más bien del tipo maldiiito aparaaato de miiiieeeerdaaaaa, pero lo segundito es hoy la escribo, hoy la llamo, hoy me presento en su barrio y la busco hasta el fin, hoy lo dejo todo y le pido asilo político.

¿Qué me dejo entre el pensamiento y la acción? Pues no sé. Tengo la excusa de los pins, y la del trabajo (ésta no es concluyente), y la de los 50 kilómetros que nos separan y la de que –salvo obligación o tortura- no soy muy telefónica… y si le dedico un rato al fascinante mundo de los pretextos seguro que encadeno otros mil y pico.

¿Lo peor? Cuando se me adelanta y me envía un mensaje o se hace ver. Aaaayyyyyy, entonces me siento fatal y se me pasan las ganas de escribirla por vergüenza mortal 3. Pero al poco tiempo vuelvo al runruneo cerebral y así estoy de enredada.

Zelia, prometo seguir intentándolo. Me encantaría verte (incluso me vendría fenomenal) y ya puestos, hacerlo con la regularidad de las exposiciones de la milla del arte. También intentaré ser virtualmente más sociable y –uf, esto me va a costar- constante (te lo dice la reina del arrebato).

Lo prometo peeeroooo bajito, que me conozco y el mes que viene me sentiré fatal por no haber sido capaz de mover el culo. Anda, que a lo mejor es eso, que me pesa demassiel.

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