No he podido resistirme

Se ha puesto de moda una práctica de marketing librero que consiste en colgar en internet el primer capítulo de novelas de reciente publicación. Leí de pasada el de la presentadora de la que hablábamos ayer y más tarde, con la madrugada, me dio por diseccionarlo en un arrebato irónico del que también aprendo.

La historia de este primer capítulo es simple. Una mujer superior a la media Schwarzenegger busca casa. Queda con una agente a la que le encantaría alternar con las infantas, aunque intuimos que quedará en sueño, y se dirigen en coche al casoplón. Llegan. La agente no encuentra las llaves en su bolso loewe. La chica súper se sienta en un escalón a esperar, desde donde descubre unas” curiosas figuras de inspiración grecorromana” (una con “cabellos flotantes como los tentáculos de una medusa”, otra con “moño severo como el casco de un luchador”) y se acuerda de Fernando. En la puerta la agente nos detiene con lo del vecino futbolista-brasileño-forrado que descubrió los huesos de unos niños asesinados por un “chevaller servant” para dar de beber su sangre a una chica que era “una flor tuberculosa”. Entran por fin en la casa. La chica súper se pone tensa cuando la otra le pregunta si tiene hijos (aquí habrá tema). Pasean por la planta baja, salen a la terraza. Nuestra prota aprovecha un descuido de la agente y en su vagabundeo solitario descubre una biblioteca “suspendida en el espacio y en el tiempo”. Vuelve a acordarse de Fernando. Fin.

Es un texto de 300 líneas aproximadamente (6 folios) que contiene más de 300 adjetivos y más de 20 inspiradas comparaciones (aún intento descifrar el par “como la melena de una mujer airada y resistente a la invasión” y “como una condesa sangrienta de pelo a lo garçon y seny catalán” – admito sugerencias).

También doy vueltas a otras frases grandilocuentes sin contenido, creo (“un logo potente con el que conjurar la sombra de la estrechez”, hablando de la hebilla de un cinturón o “una de esas razas tan de moda, pero que no supe identificar”, aquí se refiere a unos perros innecesarios en la narración). Frases que no cuentan y que tampoco aportan información de interés.

Invierte gran parte de las 300 líneas en contarnos que la agente no encuentra las llaves de la casa. Esta situación tan interesante comienza en la línea 98 con una imagen sublime: “allí mismo perdió una mano en las profundidades de su bolso. Con la otra fue sacando agendas, dos móviles, manojos con más llaves, supuestamente de otras casas”, “facturas arrugadas y papeles de caramelos”, “una caja de trankimazines y otra de Lexatín”… En la línea 118 sigue “buceando en su bolso”, en la 122 “seguía buscando”, en la 131 está “al borde de desmontar el bolso”, en la 136 ya ha vaciado “en el suelo el contenido de su bolso” (por Dios!!!). Pensaba que ya estaba solucionado el tema, pero no: en la línea 149 “arrancó de un tirón el forro del sufrido bolso” (aquí acepto la obligatoriedad del adjetivo), en la 160 lanza “el maltrecho bolso sobre un banco”, y ya por fin en la 194 , aunque ha encontrado la llave, aún saca “del bolso despanzurrado uno de los móviles”.

En el texto también hay despistes -“Me saludó risueña y atropellada con un apretón que quiso ser profesional a la vez que desenvuelto”, el lector (indulgente) entiende que el apretón es de manos- alguna simpleza del tipo “Can Julieta –me gustó el nombre, ¿sería por la de Romeo?” y alguna construcción poco clara: “el estruendo del viento, que levantaba la arena y se clavaba en la cara con la fuerza de cien pequeños alfileres” (me temo que lo que se clavaba era la arena, no el estruendo del viento).

¡Cuánto más seguiría si no tuviera que irme a comer!

Ya sabéis que no soy dada a ferocidades de este tipo pero, no sé por qué, en este caso me lo ha pedido el cuerpo.

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