Pues eso Juan, un beso

Además de los sueños-mis-sueños-tengo-un-sueño, me despierto agitadísima por esos otros sueños, más inconscientes, tan novelados en 2010 que qué pena perderlos entre el esfuerzo del minuto heroico - el que precede a los pies en la tierra- y la urgencia porque ¡mierda mierda mierda! me he vuelto a quedar dormida.

He retomado la lectura de cama con “La maleta de mi padre”, de Orhan Pamuk, un libro que recoge tres discursos pre-premio. Lo cuento porque no es libro que propicie estas películas de aventuras (con guapos, con guapos) que me organizo en cuanto cierro los ojos, y es que traigo asesinatos, intrigas familiares, profundas historias de amor y -ayer mismo- viajes tropicales (¿será el invierno?).

Me estoy organizando una vida paralela, se ve, y me quiero quedar dormida por los rincones.

Pensaba en estas cosas cuando me llamó Juan y la alegría me impulsó a dedicarle una entrada en este blog. Aún no lo he descartado, pero tengo tantas cosas en la cabeza/vida que no quiero dejar pasar la oportunidad (por si acaso) de declararle hoy públicamente mi amor (fraternal, una ya no está para otras cosas) y mi lealtad incondicional, de esas de hasta el infinito y más allá.

Sincerely yours.

Y como grito previo a mi retirada aposentil, un desahogo: aaaaaaarrrgghhhhhhhh me estresa el ajedrez al que me obliga C noche sí noche sí. Nunca tuve visión de futuro para los pobres caballitos. Nunca. O paciencia.

Lo mismo nunca tuve paciencia.

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