Ayer

No puedo decir que fuera un día perdido, pero casi.

La mañana transcurrió en un ir y venir de maletas ahora llenas ahora vacías, mientras cuerpo, casa y vida entraban de nuevo en calor (tengo la romántica suerte de poder decir que con la chimenea a toda pastilla).

Dediqué un rato -sin muchas concesiones, otra vez será- a hacer unas anotaciones sobre los libros que leí la semana pasada, en un arrebato de buen tiempo y mar.

Ya con la oscuridad en los talones -en pleno ataque de frenética actividad- decidí aventurarme al diciembre de fuera y hecha un ovillo de lana dí el primer paso hacia el invierno. El paseo me llevó a la librería, de donde salí con los brazos llenos y el espíritu un poco más festivo.

De vuelta a casa se me ocurrió entrar en el salón y aquí me he quedado, como una de las chicas de el ángel exterminador, pero en soledad.

Bueno, vale, con Lila Downs.

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