La fiebre del fin del mundo

Se me acaba el mundo conocido y me levanto llena de fiebre, de celebración corporal de la catarsis, se ve.

Aún ando algo desorientada, entre unas cortinas pendientes, océanos de lecturas de invierno o formidables futuros desayunos (inigualable el de hoy), y las infinitas horas de desasosiego que aún me quedan, por lo menos un millón, de aquí a san andrés.

La impaciencia no me va nada bien y voy flotando entre la fiebre y la tensión sabiendo que cada día que pasa -esta vez sí- lo hace hacia un principio incierto, pero muy esperado.

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